Lo primero que pensé al ver este libro fue que el autor no tenía ni idea de escribir. Sin duda no era un gato, debía ser un humano y no de los listos por cierto, quizás incluso podría ser un perro. ¿Yo y mi gato? Será mi gato y yo (o eso dirían Paco y Laura si lo leyesen, unos humanos muy críticos y correctores de todo lo escrito). Pero según iba leyendo comprendí a qué se debía este cambio de nombres así que quiero presentar públicamente mis disculpas al autor, Satoshi Kitamura, por mi primera y errónea impresión y, asimismo felicitarle porque ha conseguido que se me pusieran los ojos como platos con sus ilustraciones.
Con solo pensar en verme con forma de humano se me revuelve el estómago, mucho más imaginarme en el cuerpo de un niño. ¿Te imaginas despertarte un día y descubrir que eres un gato? Pues eso es justamente lo que le ocurre al niño de esta historia y al pobre gato, que tiene que soportar estar en el cuerpo de un niño.
¡¡¡Qué horror!!!
Pero, ¿cómo puede pasar esto? Solo hay una forma: que una anciana con sombrero puntiagudo entre por la ventana de tu habitación, agite su escoba, escupa algunas palabras y se vaya. Pero ¿y si se equivoca de habitación?
Un álbum ilustrado muy divertido para niños, o eso dicen. Los niños humanos son muy raros ¿no?
A mí, gatunamente me parece más un libro de terror...
Mis felicitaciones felinas también a Fondo de Cultura Económica, editorial que lo ha publicado. Por cierto, en Librería Oletvm le dedicaron un mes a esta editorial por sus 50 años publicando en España.
Miau, miau, saludos gatunos y felices lecturas
FIRMADO. .
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